lunes, 21 de marzo de 2011

Botas manchadas

Lo peor que le puede ocurrir a una amistad no es que falle, sino que se desgaste. Un ser noble es capaz de tropezar consigo mismo y chocar de la más estrepitosa de las formas contra el suelo, pues a lo largo de una vida las circunstancias que lo rodean lo empujan de irremediable modo al error. Es trabajo de la amistad como entidad, saber entender, que no evadir, el problema y superarlo. A fin de cuentas y pese a que sea la cara más amarga de la amistad, es parte de la misma.

¿Qué ocurre cuando estos tropiezos son más frecuentes de lo que a todos nos gustaría? Que la amistad se desgasta. Paso a paso lo que en ciernes era un férreo proyecto y acabó como el más longevo de los titanes la lluvia constante puede tornarlo en ligero polvo de óxido. Y aparecen las dudas, la culpabilidad, la inseguridad y el miedo.

¿A caso el error es por entero mío? Creemos haber actuado de un modo correcto y aun así el sentimiento de culpabilidad está ahí, ¿por qué? Las trifulcas corroboran la sospecha de que algo no ha ido como debería y lo que nosotros considerábamos un acto de protección se torna en una puñalada directa no al corazón sino al alma. Todo se comprende ahora, no cabe lugar al perdón y se recuerdan las palabras de la poetisa neoyorquina Gabriela Mistral “Decir amistad es decir entendimiento cabal, confianza rápida y larga memoria; es decir, fidelidad“que momentáneamente y casi a todos los niveles cayeron en el olvido.

Todos estos demonios interiores – y exteriores - empujan al pensador a llegar a la conclusión más evidente: “Si no soy así, ¿por qué me comporto así? – Quizás sí seas así. – No, yo no soy así, nunca antes lo he sido, es que no puedo actuar como desearía hacerlo y la razón choca con el sentimiento” En ningún momento son las circunstancias lo que lo han colocado en una mala situación, sino su manera de evaluar y actuar propiamente dichas. ¿Se trata de egoísmo?, ¿mal hacer?, ¿desconocimiento?, ¿ausencia total de empatía?, ¿desagradecimiento? Los personajes de las historias sufren, sus cariños se debilitan, el flujo de confianza se vuelve transparente y su bombeo más débil. El daño hecho es perenne y desangra tajos, desesperanzando al más pintado.

Llegado este punto solo queda actuar de un modo pasivo y constante; ni algo tan ilusorio como un salto temporal podría solucionar el daño, pues sin la experiencia extraída caeríamos en un bucle irremediable de sucesos, siendo así hay que mirar para adelante y siempre agarrando la mano que creías hostil. No son otros sino el cincel de la memoria y la maza de la razón nuestros únicos aliados, marcándonos el camino a seguir y decisión nuestra como interpretarlo y recorrerlo. Siendo parcialmente negativo de origen - como a cambio de sudor, lágrimas y un par de corazones rotos me han ayudado a comprender - me niego a hincar las rodillas en el suelo de la decepción, pues ésta es un sentimiento como otro cualquiera. No, no seré como ellos, como mi cuna. Cada uno tenemos nuestro propio camino y es decisión nuestra y de nuestros allegados qué tramos de nuestras vías serán compartidas. Entiendo la decepción como un tramo defectuoso en angosto momento de esos caminos, y no como un punto muerto en los mismos. Y solo yo sé por quién sacaría el cuerpo entero del mismísimo alquitrán si fuera necesario.


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